El otro proceso de Kafka, El amor, la ficción, la cita en Marienbad

Franz Kafka y Felice Bauer

La clase de indagaciones de la crítica literaria que más interesa a los lectores es la que investiga las fuentes de inspiración de obras maestras. Como si el lector pudiera, gracias a la ayuda del crítico, comprender cómo el escritor convierte su experiencia, la de aquellos que lo rodean, y todo lo que lee, siente, piensa o imagina, en ficción. No cabe duda de que esta expectativa es ilusoria. La máquina que se oculta en el interior de esa caja negra que es el alma, mente o corazón de un gran escritor, no se nos revela fácilmente a los lectores o a los críticos. Quizás porque no es una máquina sino algo más sutil lo que fabrica la ficción. Pero si existiera tal máquina, deberíamos suponer que en Kafka ésta sería retorcida, sinuosa y meándrica en su arquitectura interna o en su diseño externo, porque nada en este escritor era directo, simple o lineal. Así como él narraba historias plagadas de recurrentes idas y venidas con rizos dramáticos, que mostraban el absurdo al que podía llevarnos una combinación de razón burocrática y poder, su vida y sus reflexiones se asemejan formalmente a esas historias. Andaba un trecho, luego desandaba ese trecho porque sufría un ataque de pánico. Luego se armaba de valor y volvía a caminar hacia adelante solo para darse cuenta de que debió haber avanzado más lentamente, o no avanzar del todo, y entonces se saboteaba porque carecía del valor para deshacer por segunda vez lo que ahora percibía como compromiso ineludible. Esta secuencia general podría describir un segmento de su historia de amor con Felice Bauer. Podría también describir decenas de otros momentos de la vida de Kafka que, a semejanza de un fractal, mostraba una impresionante autosimilitud en su lógica interna, pues ciclos como el descrito podían durar desde pocos minutos hasta varios años.

El otro proceso de Kafka, fue escrita por Elías Canetti, escritor y crítico literario nacido en Rustschuck, actual Bulgaria, en 1905. Canetti es conocido principalmente por su ensayo Masa y Poder por sus extensos diarios y por su novela Auto de Fe. En El otro proceso de Kafka, Canetti analiza la gestación de algunas obras de Kafka mediante un proceso que tiene mucho de empatía con el escritor. Luego de dedicar veinte años a escribir sobre el poder, Canetti había desarrollado una sensibilidad muy particular, no sólo para detectarlo bajo sus múltiples rostros, sino también para reconocer la sensibilidad hacia el poder en un maestro como el checo Franz Kafka, autor de obras como El Proceso, El Castillo, En la colonia penitenciaria, La metamorfosis entre otras. Canetti sostiene que la lectura del corpus de 750 páginas que constituyen las cartas que Kafka le escribe a su novia Felice Bauer, entre los años 1912 y 1917, así como el proceso legal y público, que tuvo lugar el 12 de julio de 1914 en el Hotel Askanischer Hof de Berlín, y que tuvo como resultado la disolución del compromiso que había asumido Kafka con Felice, fueron el semillero y fuente de inspiración más probables de las obras mencionadas y de otras más.

Encuentro con Felice Bauer

Kafla conoce a Felice el 13 de agosto de 1912 en casa de su amigo Max Brod (el mismo al que le pide como último deseo que queme sus manuscritos cuando muera, petición que Brod fue incapaz de cumplir). Desde el 20 de septiembre de 1912, fecha de la que data su primera carta a Felice, Kafka comienza a escribirle a su novia una avalancha de cartas en las que hace gala de su capacidad para la observación y para retener hasta el mínimo detalle de una escena. Había fijado en su memoria, de su primer encuentro con Felice, una impresionante variedad de detalles: del mobiliario, de la ropa de Felice, de lo que ella dijo e hizo aquella noche. Y esto se lo cuenta en sus primeras cartas. Era su forma de decirle que le había impresionado profundamente. Además, desde temprano comienza Kafka a hacer un inventario, muy detallado también, de sus propios defectos. Y en esto resulta ser muy acucioso, como para no dejar ningún aspecto de su personalidad sin describirla negativamente.

Una mente en extremo prolífica

No obstante la aparente construcción racional de sus novelas, en las que presenta un mundo desencantado, frío, e invadido por los laberintos que crean las burocracias, metáforas reticuladas del poder y espejos enjaulados de la razón, Canetti nos muestra que Kafka era contradictorio y que podía quedar paralizado analizando las múltipless posibilidades discursivas o existenciales que le planteaba la vida. Vivir lo agotaba porque su cerebro producía infinitas alternativas a cada paso que daba en una dirección determinada. Caminos alternos que solo recorría en su desbordada imaginación. Pero ese estado de actividad mental eléctrica en que vivía, se relajaba cuando escribía. Porque al no ser un hombre de acción, la escritura lo salvaba del quietismo; era el único modo que conocía de avanzar, invalidando una multiplicidad de alternativas y elegiendo solo una. Le era más fácil decidir la próxima palabra en un texto que el siguiente acto en su vida.

De modo que tratar de comprender a Kafka puede ser agotador. Por ejemplo, una posible causa de la descripción negativa que hace de él mismo a Felice podría ser su inseguridad extrema, quizás originada por una atroz falta de autoestima. Pero también es posible que él le dijera todo lo negativo que le dijo en sus cartas a ella, para poner a prueba su amor. Mostrarle a Felice su peor cara para que, si luego de esa descripción de cuán horrible, débil y frágil era él, ella se atrevía a amarlo, no alegara ella después que no sabía a quién estaba amando o, escenario que era más remoto, con quién se había casado. Una tercera causa posible de esa conducta es que al hablar negativamente de él mismo, Kafka se estuviera cubriendo contra un futuro abandono por parte de Felice. Si ella lo dejaba, no sería por su escasa valía sino por el retrato tan negativo que él había hecho de él mismo con sus palabras. De este modo, al dolor de una presunta pérdida (que ella lo abandonara), él no tendría que sumarle la verificación de la hipótesis que tanto temía: que él no tenía la capacidad física para atraer o retener a una mujer como Felice, a la que él amara. Cabe también pensar que aunque Kafka necesitaba a una mujer a quien él pudiera amar y al hacerlo encontrar una oportunidad para expresar (en lo literario porque le aterraba el contacto físico) esa energía exuberante que tenía acumulada dentro de sí (y para la que no siempre encontraba un vehículo de salida), tenía pavor a convivir con una mujer. En realidad tenía pavor a la convivencia con cualquier otro ser humano. Y no porque fuera un hombre que careciese de deseo o de líbido. Sino por temor a que la presencia de una mujer a la que amaba como a Felice le distrajese o impidiese lograr su proyecto de vida. Quizás le aterrorizaba pensar que su amada se hiciera carne. Le era suficiente con que ella fuese el destinatario de una carta, alguien a quien él pudiera imaginar, con quien pudiera soñar. Pero le horrorizaba que esa mujer fuera cuerpo, alguien que se acercara tanto a su vida que él tuviera que ajustar sus hábitos a los de ella. Que él tuviera que perder aunque fuese una fracción mínima de su libertad. Todas y ninguna de estas hipótesis son válidas.

Axel y Kafka

Ese desdén de Kafka por vivir su amor en carne y hueso parece revelar un desdén por la vida. Me recuerda al personaje de Auguste Villiers de L´Isle Adam, en el poema Axel, donde Axel y Sara se enamoran a primera vista. Ambos ignoran la cadena de improbables sincronicidades que han precedido a su encuentro en los sótanos del castillo, y que de algún modo sugiere un destino común. Apenas comienzan a hablar de lo maravillosa que podría ser la vida común, con el tesoro que descubren oculto en ese castillo, se dan cuenta de que múltiples factores podría empañar la belleza de sus sueños más gloriosos. Y deciden beber la cicuta al amanecer; prefieren no vivir. Y el verso que recuerda ese deseo de preferir la breve pero hiperintensa anticipación imaginada de la vida a la experiencia de la vida: «Vivre? les serviteurs feront cela pour nous«. Encuentro en Kafka joven algo de este personaje. Un retirarse de la vida, pero no para morir sino para vivir y crear en la literatura.

Kafka y la descorporeización de su amada

Se destaca de la lectura critica que hace Canetti de las cartas a Felice el modo indirecto y aparentemente poco racional que tenía Kafka de actuar en la vida. Por ejemplo, solemos creer que escribimos cartas a nuestra amada, no solamente para que la distancia, espacial o emocional que nos separa de ella, se acorte. Sino también y sobretodo, para que ella, que no está a nuestro lado, y cuyo vacío sentimos profundamente y nos duele en el alma, se haga cuerpo, carne, piel; calor, sudor, humores, olores. Como para sentirla más cerca al cerrar los ojos y pensar en ella. Pero nada de eso ocurre con Kafka, quien le escribe obsesivamente centenares de cartas a Felice mientras piensa que mediante esas cartas puede lograr la descorporeización de su novia y no lo contrario. No quiere acercarla a él, aproximar su cuerpo al de ella hasta que ambos se fundan en un abrazo literario, poético y carnal. A veces porque le avergüenza su cuerpo y piensa que éste no se merece los placeres que podría derivar de un cuerpo como el de Felice. Otras por lo que ya dijimos arriba: porque piensa que si ella está a su lado él no va a tener tiempo ni energía para dedicarse con toda su pasión a la creación literaria. O quizás porque teme que su cuerpo, tan diminuto a causa de su extrema delgadez, no sea capaz de despertar el deseo en Felice. Como si aspirara Kafka a despertar en Felice solo un deseo literario. Como si teniendo la conciencia de que no puede hacerse tan sustancioso o musculoso como desearía, pudiera ser capaz de reemplazar algo de su falta de carne por letras, por hileras viera a Kafka como un hombre más fuerte, hermoso, deseable de lo que él realmente era. Pero no aspiraba Kafka a lograr tal cosa de un modo directo sino más bien indirecto, tortuoso, y hasta retorcido y paradójico. Sus cartas parecen dirigidas a persuadir a su amada de que lo mejor es que ella no se acerque mucho a él. Y con este fin, le pone trabas a su reencuentro.

Kafka, autonomía, fobia al Poder

Canetti argumenta que la aversión de Kafka al Poder, que tenía como correlato una necesidad extrema de autonomía y libertad, lo llevaba a amar y buscar lo incorpóreo; amar lo no carnal como una estrategia para eludir el poder, hacerse invisible a su mirada vigilante, aquella que Jeremy Bentham simbolizaba en la arquitectura del Panopticon y que Michel Foucault analiza en Vigilar y castigar. Canetti resume esta lógica y filosofía de vida así: «Dado que teme al poder en cualquiera de sus manifestaciones, dado que el auténtico objetivo de su vida consiste en sustraerse al poder en cualquiera de sus formas, lo presiente, reconoce, señala o configura en todos aquellos casos en que otras personas lo aceptarían como algo natural» (p. 152).

De hecho, Canetti señala fragmentos de los diarios de Kafka escritos durante los años en que mantiene su relación con Felice, así como de cartas que le escribe a Felice, en los que habla de su extrema delgadez y de cómo esta le avergüenza de un modo extremo. Pero esa flacura avergonzante se convierte con el tiempo en la mejor estrategia para hacerse invisible de modo que el mundo no note su presencia. Canetti demuestra que Kafka aspiraba a una metamorfosis que lo llevara desde su condición de ser humano delgado pero inevitablemente visible a metamorfosearse en un insecto, un ser diminuto prácticamente invisible para quienes lo rodean. Dice Canetti de Kafka, » A la violación que es injusta, debe uno sustraerse desapareciendo dentro de lo posible. Uno se hace muy pequeño, se transforma en insecto con el fin de ahorrarle a los demas la culpa que cargan por no amar y por vejar al prójimo; uno se desapetece de los demás, que con sus repulsivas costumbres no cesan de acosarle.»(Canetti, p. 65). Dice en otra parte Canetti: Kafka se ejercitaba en «desaparecer»: aquí se demuestra el aspecto utilitario de su delgadez, por la cual, como sabemos, sentía a menudo desprecio. Mediante la disminución física se sutraía poder a sí mismo, y de esta forma participaba menos en él: también este ascetismo estaba dirigido contra el poder
(p. 156).

Es curiosa y hasta paradójica esta estrategia de metamofosearse hasta el extremo de la desapetencia. Hacerse menos atractivo de lo que se es para que los demás no tengan que amarnos. Para no tener nosotros que esperar (en vano y dolorosamente) el amor que los demás pudieran abrigar hacia nosotros, el cual sabemos de antemano que no va a nacer en nadie porque no puede darse cuenta de que existimos. Lo que visto de otra manera, podría ser una estrategia defensiva desarrollada por Kafka que respondería al supuesto de que, si me hago tan desapetente que resulto invisible, puedo andar por el mundo con la certeza de que si llego a desear a alguna mujer no existirá la más remota posibilidad de que ella me retribuya ese deseo. Por tanto, no tengo que esperar en vano y torturarme imaginando si en efecto aquella que yo deseo o puedo desear va a retribuirme el deseo. Hablar mal de él mismo, del modo como lo hacía con tanta frecuencia, realizando esa minuciosa disección de sus defectos físicos y de carácter, lo ayudaban a reducir el dolor que le causaría escuchar de la boca de alguien que él amara que le señalara un defecto que él no hubiera identificado antes en él mismo.

Diez días juntos en Marienbad

Luego del proceso en el hotel Askanischer Hof de Berlín, que concluye con la disolución del compromiso formal de Kafka y Felice, la relación se enfría hasta alcanzar un punto de máximo distanciamiento. Pero algo queda. Kafka no era el tipo de hombre que deja que las cosas se terminen abruptamente. Y eventualmente, la relación cobra nueva energía. Durante esta nueva fase de la relación, Kafka tuvo un breve encuentro con Felice en ese entorno idílico que es el balneario de Marienbad. Había decidido pasar tres semanas en este balneario. Y en efecto, en el mes de mayo se encuentra Kafka en Marienbad. Y Canetti cita una carta que le escribe a Felice desde este lugar: «Marienbad es un lugar hermoso. Debi haber hehco caso mucho antes a mi instinto, que me dice que los más gordos son también los más inteligentes.(…), ahora la belleza está acreentada por el silencio y el vacío y por la receptividad de tod o animado e inanimado; el tiempo nublado y ventoso apenas si le resta encanto. Pienos que si yo fuera chino y tuviera que regresar de inmediato a casa (en el fondo soy chino y regreso a casa), debería tomar medidas para volver aquí en breve tiempo. Como te gustaría esto!» (p. 170).

Caneti dice que en esta postal se gestan los días felices pasados por Kafka y Felice en Marienbad. Kafka invita a Felice a que pase con él diez días en Marienbad. Y al final Felice acepta y, entre el 3 y el 13 de julio, pasan esos días juntos en Marienbad. Kafka y Felice ocuparon habitaciones contiguas en el Hotel Balmoral, en Marienbad. Al principio, las cosas no iban bien, kafka se sentía mal, con dolor de cabeza e insomnio. Pero de repente, desde el 8 hasta el 13 de julio, todo cambió para bien y la pareja pasó cinco días de felicidad. Y esta felicidad la anota Kafka en su diario con palabras precisas y medidas, pero que reflejan una alegría extrema: «Nunca había intimado con una mujer, excepto en Zuckmantel. Y luego con la chica suiza en Riva. La primera era una mujer, y yo un ignorante; la segunda una niña y yo una perfecta confusión. Con F. sólo había intimado en las cartas. Personalmente, sólo desde hace dos días. Las cosas todavía no son demasiado claras, quedan dudas. Pero qué hermoso el brillo tranquilo de sus ojos, el abrirse de la profundidad femenina». ( p. 173). Me impresionan las palabras hermosas y delicadas con las que describe Kafka el placer carnal del amor. Me impresiona también su sutil su comprensión del carácter femenino, sobretodo que tenga esa comprensión un hombre tan encerrado en sí mismo. Es impresionante el puente que logró tender Kafka, durante esos momentos de intimidad, con el corazón de otro ser humano a quien había amado de modo tan tortuoso.

Cómo no pensar (luego de un acto que inspiró estas palabras en un escritor con la personalidad de Kafka) que Marienbad sea un lugar mágico, y que tal como argumentamos en un post anterior, pudiera abrir un portal hacia una dimensión especial, en el que, como ocurre en la película L ´Année derniere a Marienbad, dirigida por el francés Alain Resnais, uno puede estar convencido de haber amado a una mujer hermosa con la que nos hayamos topado, aún si ella insiste en que no nos conoce y hace caso omiso a nuestra insistencia en que un año antes le declaramos nuestro amor, y fuimos amantes. O incluso si además declara que tiene marido.

La mañana de la víspera de la partida de Felice de Marienbad, Kafka le escribe a su amigo Max Brod: «…he podido ver la mirada confiada de una mujer y no he podido cerrarme. (…) no tengo derecho a resistirlo, y mucho menos cuando, de no ocurrir lo que sucede, lo provocaría yo voluntariamente, sólo para volver a recibir esa mirada.(p. 173). Felice se marcha y Kafka se queda en su habitación unos días más porque la que ocupaba cuando estaba Felice se había hecho muy ruidosa. Desde ese cuarto le continua escribiendo cartas hermosas. Le confiesa en sus cartas que ha engordado y comido carne. Esta confesión le permite a Canetti inferir que entre los acuerdos de aquel encuentro debe haber estado incluido un pacto sobre la comida porque Kafka no comía carne y, por supuesto, prefería adelgazar a engordar por las razones ya mencionadas (son los más delgados, los más diminutos, los que poseen la mayor capacidad para eludir el Poder, para hacerse invisibles a su mirada penetrante que todo lo detecta). Ese encuentro marca a Marienbad como la locación de un momento especial y único en la relación de Kafka con Felice. Desde aquellos días idílicos la relación comenzó a deteriorarse. Y poco más de un año más tarde, el 16 de octubre de 1917, Kafka le escribe la última carta a Felice. Al final cedió a la tentación de ser víctima de sus miedos, de sus temores a perder su libertad. O de sus temores a perder su rumbo en el mundo de la literatura.

Refrencias

Todas las referencias al ensayo provienen de: Elías Canetti, El Otro proceso de Kafka, Sobre las cartas a Felice
Elías Canetti, Muchnik Editores, 1976.

Un comentario en “El otro proceso de Kafka, El amor, la ficción, la cita en Marienbad

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