En un descanso de la conversación con el artista Adrian Pujol, que pronto publicaremos en este blog y en GP, nos acercamos a una de las ventanas de su casa para apreciar la vista desde el sureste del valle de Caracas. Pero mucho más cerca que este valle, a menos de diez metros de esa ventana, ascendían las ramas de un yagrumo (árbol dioico de la familia de las Urticáceas) y, colgado de una de ellas, una pereza de tres dedos, distraía su tiempo en la faena de buscar los mejores cogollos de ese yagrumo para llenar su estómago. En tiempos de turbulencia y mundos que se aceleran, no deja de ser una visión majestuosa la calma, como de un dios, con la que este animal lento estudia su entorno (más bien nos hace creer que hace tal cosa, aun cuando no parece descabellado pensar que tan animal analice mas concienzudamente cada movimiento que hace que muchos de los decisores domésticos y globales, de quienes sufrimos a diario las consecuencias de sus insensatas decisiones. Es divertido pensar que tal animal piense. No lo hace en sentido riguroso. Pero sus movimientos son todo una narrativa. Comparto aqui una secuencia de ese momento de contemplación.
Esa es una de las maravillas de Caracas. Que puedes sembrar un yagrumo en el jardin de tu casa y sentarte a esperar a que alguna pereza lo divise y llegue, el dia menos esperado, para que la mires comer. Sin vergüenza. Es un modo de invitarlo a comer con nosotros.
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Y la quinta El Cerrito, la diseñada por el arquitecto Gio Ponti, a lo lejos, desde el mismo punto desde el que contemplábamos comer a la pereza.
Quinta El Cerrito vista desde el sureste
caracas 10N, 67W 
Me encantó!